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China planea limitar el tiempo de uso de pantallas de niños y adolescentes.

Opinión 8 de Agosto de 2023

*Por Fabio Tarasow
 

El reciente proyecto legislativo en China para limitar el tiempo de uso de pantallas de niños y adolescentes ha pasado bastante desapercibido en nuestro país. La nueva propuesta considera un límite de 2 horas diarias de uso del teléfono celular para menores de 18 años, y propone segmentar el tipo de contenido al que pueden acceder de acuerdo a las diferentes edades.

China planea limitar el tiempo de uso de pantallas de niños y adolescentes.

El proyecto se suma a las legislaciones ya vigentes en ese país que establecen límites al tiempo de uso para los videojuegos (3 horas semanales solo durante el fin de semana), a las transmisiones en vivo de streamers y otras directivas que regulan el sector de las empresas que ofrecen servicios educativos y tutorías privadas. En China Internet es un sector fuertemente regulado, no sólo por los contenidos sino por el tiempo de acceso permitido.

A primera vista, la idea de que el Estado regule acciones de la vida privada puede resultar polémica en nuestras sociedades. Sin embargo, esta situación nos permite abrir un debate y reflexionar sobre cómo se consideran estos aspectos en países occidentales.

La idea de un Estado preocupado por efectos de las tecnologías digitales y actuando en consecuencia, no es algo que haya aparecido hasta el momento con fuerza en países occidentales. En algunos países se prohíbe el uso de aplicaciones como TikTok, o empresas como Huawei por razones vinculadas al espionaje. En este caso el Estado chino considera que la sobreexposición a las pantallas es perjudicial y toma acciones concretas. No conocemos los estudios o fundamentos de estas medidas, pero sí son públicos los mensajes internos y las investigaciones de las propias empresas de redes sociales de Silicon Valley sobre los trastornos en las conductas que pueden traer la sobreexposición a redes sociales en jóvenes y adolescentes. También sabemos que el modelo de negocio de estas empresas se basan en capturar la atención de los usuarios durante el mayor tiempo posible y mantenerlos con distintas estrategias enganchados a la plataforma.

A pesar de lo que ya se sabe, en occidente, en cambio, hemos optado por una estrategia diferente. Se exime en primer lugar a las empresas de toda responsabilidad sobre los usos de sus productos. Así, por ejemplo, la conocida sección 230 de La Ley de decencia en las comunicaciones, sancionada en 1996 en Estado Unidos (en pleno ascenso de Internet) quita la responsabilidad a las empresas por los comentarios y contenidos que los usuarios posteen a través de ellas. También los Estados occidentales han sido muy laxos y tolerantes al mirar para otro lado y no atender la ingeniería financiera que realizan las grandes empresas tecnológicas para evadir el pago de impuestos.

En occidente, toda la responsabilidad sobre el uso y aprendizaje de las tecnologías digitales recae en la suerte y responsabilidad del usuario final, que tiene la obligación de convertirse en usuario crítico y ciudadano digital. Es decir una batalla de David contra Goliat donde el resultado no suele ser el mismo que en el relato bíblico. Las empresas no tienen ninguna responsabilidad en ninguna instancia de formación y protección, al tiempo que escatiman sus impuestos que aportan a los estados que podrían ser utilizados para generar y promover mejores estrategias educativas y de protección.

En el caso de China, no sólo vemos a un Estado tomando iniciativa sobre la regulación del uso de las aplicaciones, sino que además el proyecto hace responsable a los fabricantes de dispositivos y plataformas de que la regulación se efectúe en la práctica. A diferencia de occidente donde la palabra regulación se entiende como la kriptonita de la innovación, el Estado chino no se preocupa por la baja de la cotización de las acciones del sector tecnológico que sobrevino apenas se conoció el proyecto.

Sin duda, a nuestra mirada, la medida resulta controversial. Sin embargo, también nos invita a reconsiderar si en occidente deberíamos buscar otra forma de proteger a los usuarios, más que dejarlos librados a su propia suerte frente a las grandes corporaciones, y responsabilizar a las empresas del sector tecnológicos de los daños que pueden provocar.

Aunque no hay una respuesta fácil, sería bueno que el debate comience. Por un lado, es claro que el uso excesivo de la tecnología puede tener un impacto negativo en la salud mental y física de los niños. Por otro lado, también es importante tener en cuenta que la tecnología puede ser una herramienta valiosa para el aprendizaje y el desarrollo.

 

 

*Foto: Markus Spiske

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