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Nos encontraremos en otra parte

Opinión 8 de Marzo de 2010

Me ocurre frecuentemente que, haciendo el tradicional zapping en la tele, me detengo un rato en el canal Encuentro. Por supuesto, casi es obvio -pensarán algunos- porque "Encuentro es un canal buenísimo”, como suele decir mucha gente.
Claramente la propuesta de Encuentro contrasta con toda la vulgaridad y chabacanería de los canales que lo rodean. Al pasar por Encuentro no podemos dejar de escuchar lo que se dice en el canal. En efecto, Encuentro habla de otra cosa, cuenta otras cosas utilizando otro lenguaje, y eso es un gran mérito dentro del contexto de mediocridad que caracteriza a la producción televisiva argentina. Además, toda la gráfica y los diferentes separadores del canal son realmente imaginativos y de mucha calidad y alguna vez llegué a ver un cierre de transmisión con el himno que me emocionó tanto como cuando juega la selección.

Pero, más allá de esta ventaja de tener este piso tan bajo, Encuentro adolece de algunos "desencuentros educativos" (perdón por el juego de palabras fácil, pero no me pude contener) que me gustaría señalar:

1. Radio Encuentro
En primer, como dije antes, en encuentro se habla… se habla y se habla. Gran parte de las producciones que propone Encuentro están basadas en una concepción (digamos 1.0) de la televisión, en la cual lo sustancial del contenido de un documental es transmitido a partir del relato del locutor y la imagen juega un rol de acompañamiento, de ilustración. En estos casos bien podríamos dejar de mirar la pantalla y escuchar (como si fuera la radio) y no perderíamos información sustancial.
El mejor modelo para ejemplificar es el programa de José Pablo Feinmann: “Filosofía aquí y ahora”. Este programa se eleva un escalón por encima del clásico "busto parlante" (una forma clásica de entender la tv educativa que consiste en poner a algún profesor-eminencia-especialista y hacerlo hablar). En este caso, tenemos al personaje que habla, (evidentemente, las capacidades histriónicas de Feinmann son muy buenas) que da una clase teórica como en la facultad. Por detrás tenemos alegres animaciones de textos que "refuerzan" el contenido. En la segunda temporada de este programa se agregan algunos dibujos de REP, que aportan "un toque de humor" a la filosofía. Cualquier pedagogo o diseñador didáctico podría estar feliz de esta producción. Hay refuerzo, hay humor en un tema como la filosofía... ¿que más se puede pedir?
Lo que en este caso está bien logrado en dicho programa es la segmentación, ya que los párrafos televisivos duran una cantidad de minutos aceptables como para poder seguir el hilo del relato sin quedarse dormido. Yo propongo convertir este programa en el primer podcast televisivo. Sin duda, si logramos que los alumnos los descarguen en sus reproductores mp3 y escuchen algunos de estos segmentos sería un gran adelanto. Sin duda Feinmann tiene una facilidad para explicar los temas, y su discurso resulta ameno, interesante y provocador. Pero no nos engañemos, esto no es televisión. Es una clase teórica con letras danzantes por detrás. Es radio por televisión porque no estamos haciendo uso del canal visual.

2. Didactismo errado.
Las producciones locales que se transmiten están sustentadas en una idea equivocada de lo que se entiende por “educación”. Lamentablemente para quienes producen estos programas, lo educativo está asociado con la transmisión de información (bueno, no los culpo, esta forma de entender la educación sigue siendo la forma preeminente de entender la educación fuera del círculo ínfimo de los educadores innovadores). Entonces los guionistas se preocupan por escribir los programas para transmitir, encapsular y hacer llegar información, datos, fechas y nombres a los televidentes.
Pareciera que el objetivo de los programas fuera facilitar el recordar el nombre de una ley o una propiedad física, más que poder entender el concepto, la característica, lo que explica o para qué sirve aquello. La tv educativa debería servirnos para poder hacernos preguntas, para cuestionar, para relacionar. Y cuando veo estos programas la única pregunta que se me ocurre es: ¿por qué estoy viendo esto? ¿Por qué no cambio?

Un claro ejemplo es un programa que descubrí días atrás sobre matemática. No “Alterados por Pi”, sino otro que ponían a toda clase de personajes a explicar, como si fueran profesores electrónicos, temas de matemática de manera verbal, a una velocidad supersónica y que lograban que uno siguiera odiando (o por lo menos, sin entender) la matemática, como lo habían hecho nuestros honorables profesores. Los programas siguen estando al servicio de poder abordar “los temas” del programa de la materia, más que aplicar esos temas para entender y transformar la realidad que nos rodea.
Observar, comparar, demostrar, experimentar son todos verbos visuales que deberían ser más utilizados por los guionistas de los programas educativos.

En este caso, nos encontramos en la misma situación que con el teorema de Thales cantado por Les Luthiers en los años 60-70. Poder recitar y cantar ese teorema (“facilitado por la mise en chanson”) lejos está de asegurarnos que estamos entendiendo efectivamente lo que explica este teorema.

3. Larga vida a la lección.

Hemos cambiado muchas veces la educación secundaria, pero me encanta que utilicemos una antigua nueva tecnología para preservar una ilustre institución de nuestra escuela secundaria: el “dar lección”. Para encapsular toda esta información que se pretende transmitir, los guionistas utilizan la creatividad para poner en boca de personajes "divertidos" frases totalmente artificiales, llenas de palabras difíciles y totalmente antinaturales en el discurso cotidiano. Parece que los personajes de estos programas están siempre dando lección a la manera más tradicional de repetir el discurso del libro de memoria. Por supuesto que estos personajes están disfrazados de científicos, locos, distraídos y/o miles de variantes creativas, pero en el fondo siempre podemos imaginarnos cómo, a medida que dan su parlamento, el docente asentiría con su cabeza afirmando la corrección del parlamento que ejecutan los actores/alumnos.

Como los guionistas son pródigos en imaginación, las situaciones se van haciendo cada vez más complejas. Ahora no sólo tenemos propuestas donde habla un solo personaje sino que intervienen una pléyade de personajes. Cada uno de los cuales recita una parte de la lección, tal como los equipos del secundario cuando cada integrante del equipo dice una partecita. En los programas de Encuentro cada personaje le pone al fragmento del discurso la característica propia de su personaje, para luego, gracias a esta infinita creatividad, rematar con alguna broma entre ellos, que nos remite nuevamente al precepto número 1 de los diseñadores didácticos de estos programas: poner un poquito de humor siempre está bien.
Y como si esto fuera poco, por supuesto, también tenemos producciones más sofisticadas según l’air du temps actuales. Los personajes realizan algunas coreografías, combinadas con movimiento de la cámara (un verdadero despliegue audiovisual) que convierten a esta recitación del libro de Ibáñez, Astolfi (y toda la galería de ilustres) en una verdadera producción de Disney. Lamento decepcionar a los fanáticos del cine, pero el programa de Campanella es un triste ejemplo de esta última categoría.


4. Construcción de discurso improvisado.


Producir un documental es algo muy caro. Se requiere poseer un guión muy elaborado y después poder darle forma y producción televisiva. Todo un conjunto de escritores guionistas, asesores científicos, productores y creativos televisivos. En Argentina no tenemos una gran tradición sobre buenos documentales, y son contados con los dedos aquellos buenos documentales que han tenido difusión y aceptación masiva.
A falta del tiempo y de los recursos para la producción –y por qué no también un poco de sazón de chantismo local– muchas de las propuestas de estos documentales se basan en la entrevista a determinados expertos para dar cuenta de un tema del campo de su especialidad. Pero la entrevista es algo que conviene a lo periodístico, porque en la espontaneidad de la respuesta ninguna persona puede tener un discurso perfectamente estructurado y elaborado. Al pensar y hablar al mismo tiempo se nos ehhhh escapan todos ehhhh aquellas muletillas ehhh que tienen que ver con ehh esta clase de discurso, ehh. Entonces terminamos teniendo un programa que intenta explicar algo a partir de lo que puede decir de manera espontánea un entrevistado, que además, en general, no tiene una capacidad innata para expresarse en los medios (no todos pueden tener la facilidad de discurso de Feinmann).

A pesar de todas estas críticas me parece que la existencia de Encuentro es algo muy positivo y que todas estas falencias deberían ser tomadas en cuenta para de a poco ir elevando la calidad de las producciones que se presentan. Justamente, como no tenemos tradición documental, sería bueno poder empezar reproduciendo los formatos de calidad como los de la BBC o Nova, de la PBS, para después, una vez aprendido, poder darle nuestra propia vuelta de tuerca al formato.

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