FLACSO | PENT
icono de flechaVer novedades

¿Acaso el topo Gigio nos mintió cuando cantaba: "A ver, a ver, a ver la tele, que a la vez nos educa y entretiene"?

Opinión 9 de Noviembre de 2011

La TV entretiene, la escuela educa. Esta frase es repetida frecuente o constantemente por quienes trabajan o están vinculados a la TV, con diferentes formas y variaciones. Pero la idea es siempre la misma. La función primaria de la TV no es educar, sino entretener. Desde siempre me pareció que la frase esconde un “lavarse las manos” por parte de los responsable de la TV acerca de las responsabilidades sociales y el impacto de la televisión en nuestras sociedad.
Pero la idea de que la TV no educa no es patrimonio de quienes trabajan en el medio. También es implícitamente aceptada por muchos de los que trabajan en el medio educativo. Pude ser testigo, en el Foro de Educar la mirada 2010, cuando algunas o tal vez muchas personas aplaudieron a Claudio Villaruel (productor y responsable de la programación de Telefé por más de diez años) cuando expresó esta frase. Lo que me interesaría desgranar en esta columna es la trastienda de la frase, cuáles serían las teorías e hipótesis subyacentes que convalidamos al aceptar este enunciado.

La teoría implícita detrás de la frase es que a la escuela se va a estudiar; ergo, la función de la escuela es enseñar. Y lo que hace que la escuela enseñe es que allí se “negocian”, se “transmiten” o se “aprenden” contenidos educativos.

Por el contrario la tele no tiene “vocación educadora” per se. La tele no tiene esta vocación porque no transmite “contenidos educativos”. La televisión fue concebida para entretener, no para educar. La televisión puede convertirse en televisión educativa cuando se transmiten programas con contenidos educativos, usualmente contenidos curriculares, y últimamente se extiende también a programas que abordan “problemáticas sociales”. Un documental, un programa del canal Encuentro son ejemplos claros y concretos de TV educativa. Villaruel, en la presentación en el foro, exhibió como ejemplo de la TV que educa las producciones que realizó Telefé bajo su gestión: “Televisión por la identidad” y “Vidas robadas”. Entonces, cuando los “contenidos que se transmiten son educativos” la TV es TV educativa. La diferencia de la tele educadora de la tele pasatista es la cualidad de los “contenidos”.
Así, hurgando un poco más en la frase, encontramos otra idea implícita, que “educar” queda asociado a la “transmisión de contenidos”. La televisión educativa “transmite” contenidos educativos. La televisión transmite, el alumno mira, escucha y así aprende.

Esta frase, y esta manera de entender la educación a partir de la transmisión de contenidos casi podría decirse que es sentido común para aquellas personas que no están vinculadas a la educación, ¿pero debería ser convalidada por quienes se desempeñan en el ámbito educativo?

Que no se nos revuelquen en sus tumbas algunos educadores y pedagogos. Hace tiempo que intentamos construir y generar prácticas educativas que no estén sustentadas en la “transmisión” de contenidos sino en la construcción y en las acciones que los sujetos pueden hacer con aquello que perciben, leen, piensan.
La dicotomía educación/entretenimiento de la televisión basada en la calidad de los contenidos es falsa, y sería útil repensarla nuevamente desde las entrañas del pensamiento de las ciencias de la educación.

Dejemos de lado la idea del alumno pasivo que está recibiendo contenidos que, como ladrillos puestos uno sobre el otro constituyen “la educación” y pasemos a la idea de un alumno-persona que está construyendo constantemente el significado del mundo. Entonces para este sujeto activo todo aquello que lo rodea es fuente “de contenido”. Construimos nuestra realidad, nuestra identidad a través de la mediación y el diálogo con todo aquello que nos rodea y a lo que podemos acceder.

Podríamos reconocer, sin embargo, que en nuestro tiempo y en nuestra forma de vida existen ventanas privilegiadas a las cuales estamos más expuestos o están más presentes en nuestras vidas. En este sentido tanto la escuela y la TV, como así también la calle, el grupo de pares, y en otros casos los cultos religiosos, son los espacios privilegiados a partir de los cuales construimos nuestro sentido del mundo. Espacios privilegiados para la construcción del deseo, de aquello socialmente aceptable, y sobre el sentido de las cosas.
Entonces no es lo mismo que la ventana que proponga la TV sea una u otra cosa. Y no es solo una cuestión de contenido, o de "valores". Es algo mucho más holístico. Es la construcción del sentido de la realidad que la tele ayuda a construir, y la tele no es sólo tele, es también parte de esta realidad.

No me parece lo mismo estar expuesto a producciones soeces y chabacanas (sin entrar en una discusión de lo que chabacano y soez signifique) que a otra propuesta de actividades. (Propuestas y no contenidos). Entiéndase que no estoy contraponiendo programas de cumbia con programas de ópera. Estoy diciendo que la tele y la escuela son los escenarios privilegiados donde se exhibe aquello que la sociedad convalida, y que se convierte en la materia prima de las nuevas generaciones para entender y darle sentido al mundo.

Como se dice, la televisión no inventó la vulgaridad y la chabacanería, pero tal vez constituya un circuito acelerador/retroalimentador/amplificador. Y la escuela, ¿qué es lo que puede acelerar/retroalimentar/amplificar?

Como también dijo Villaruel, la TV no es obligatoria, es cierto. Pero su convalidación social es mucho más fuerte que cualquier obligación. Ocupa un lugar privilegiado en nuestras vidas. Está en lugares centrales de la dinámica familiar: en la sala, el comedor, la cocina (no está metida debajo de la pileta junto al tacho de basura). Acompaña los momentos de soledad y descanso en los dormitorios. Está presente en los automóviles y en los teléfonos celulares.

Incluso el televisor como objeto es importante. Las páginas de los diarios rebalsan de promociones que ofrecen aparatos con ultísima tecnología, con definición hiperreal, en 3d, en 20, 40 o infinitas cuotas.

Todas estas reflexiones deberían ayudarnos a entender por qué sostengo la falsa dicotomía de que la TV no educa y que es solo entretenimiento. La TV comercial, como se desarrolló en nuestra sociedad (pero este es un modelo de TV y podría haber otros) no fue asignada a la función social de contribuir a la educación de las personas. Sin embargo, la TV es -como ya señalamos- una de las ventanas privilegiadas a través de la cual las personas miran, y aprehenden el mundo, y a partir de la que construyen su sentido del mundo. Y este efecto se retroalimenta porque cuando más la televisión está presente, menos actores alternos pueden interpelar la voz de la televisión. La televisión dice no enseñar... pero estamos aprendiendo...

Ultimas novedades