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El PENT asistió a la conferencia de Aleks Krotoski

Eventos 3 de Septiembre de 2012

El PENT asistió a la conferencia de Aleks Krotoski

El pasado jueves 23 de agosto, en el auditorio de la fundación Osde, una pequeña delegación del equipo del PENT formada por Gisela Schwartzman, Mónica Trech, Verónica Mayer, Valeria Odetti, Ariel Merpert y yo, asistimos a la conferencia de Aleks Krotoski en la cual se abordaron cuestiones próximas a los temas que con frecuencia aparecen en nuestros debates. Y es por esta razón que quisiera compartir con ustedes algunas de las ideas que se expusieron en el evento, así como también algunas reflexiones.

¿Revolución?

Sin duda, en algo estamos todos de acuerdo: el impacto de la web hoy en día no pasa desapercibido para nadie ya que sus números son vertiginosos. Como todos sabemos, millones de personas conectadas, el uso masivo de las plataformas de redes sociales, la digitalización sistemática de datos personales, el hábito de compartir información... todo parece indicar que la web se ha incorporado, sin pedir permiso, a la trama de nuestras vidas. Pese a esta contundencia, es posible que el título de la conferencia  -“La Revolución Virtual”- pueda parecer, al mismo tiempo, una declaración pretenciosa. En efecto, otras tecnologías de la comunicación, como el telégrafo o el teléfono, fueron también consideradas revolucionarias en su momento e impusieron, como toda tecnología innovadora, transformaciones que afectaron aspectos importantes del orden preexistente. Y como suele suceder en estos casos, también se depositaron grandes esperanzas en estos recursos, mientras que simultáneamente hubo quienes se sintieron amenazados. Pero más allá de estas tensiones, sabemos que las tecnologías de la comunicación continuaron desarrollándose y expandiéndose y que, sin embargo, no han resuelto tampoco todos los males del mundo.

Personalmente, creo que es posible intuir la influencia de una innovación tecnológica en las configuraciones sociales, aunque no siempre resulte fácil discernir en qué medida los cambios pueden ser efectivamente revolucionarios. Krotoski retoma esta idea y propone una búsqueda a fin de descifrar el verdadero impacto de la web en nuestro mundo. Afirma así que el desafío es hallar evidencias empíricas que ayuden a comprender por qué este entramado digital que se ha instalado en las lógicas de nuestras vidas puede generar simultáneamente tanto entusiasmo como temor.

¿Pero hay acaso algo sustancialmente diferente esta vez? Krotoski hace un poco de historia y nos recuerda que desde que a sus 19 años, allá por 1996, Jennifer Kaye Ringley exhibió su vida a través de una cámara web, mucha agua ha corrido bajo el puente. Jennifer, adelantándose a toda una época, expuso públicamente detalles íntimos de su vida cotidiana. Se transformó de esta forma en una celebridad on line y se anticipó al espíritu de la web social que nos resulta tan familiar hoy en día. ¿Podemos afirmar que Internet es hoy un laboratorio de la identidad, en donde algunos construyen y producen, y otros simplemente miran? En efecto, es posible observar cómo confluyen el producir y el navegar en una digitalización de las experiencias interactivas. Por un lado la publicación y, por el otro, la acumulación y la reorganización de datos resultan cuestiones que parecen ser las claves del poder dentro de una cultura que está escribiendo sus propias reglas.

Completa este panorama el hecho de que la web proponga hoy nuevas configuraciones mediáticas. Las audiencias, por ejemplo, parecen organizarse en dos grandes categorías: una experiencia lineal, en el sentido del broadcasting en donde el autor ofrece un contenido cerrado y controlado -un ensayo, una novela, una película- y una experiencia mediática, social e interactiva, en la que existe una invitación tácita o explícita a producir o recrear contenidos. Krotoski sugiere que esta tendencia se mantendrá en el futuro, ya que la producción de contenidos lineales no se detendrá pero que, simultáneamente, se continuará ofreciendo una suerte de galaxia interactiva que permitirá al público formar parte activa de la vivencia mediática. Es posible que esta observación tenga un impacto relevante en la cuestión educativa en particular -influida históricamente por la estructura lineal del libro de texto- que se reflejará adicionalmente en la producción de materiales digitales concebidos desde estas nuevas categorías mediáticas.

Ahora bien, estas lógicas interactivas y digitales sin duda colocan sobre el escenario tensiones que crean un clima de acusaciones cruzadas: están quienes temen que la web se apodere de sus vidas cosificándolos y deshumanizándolos y, por el otro, los que creen que estas tecnologías son liberadoras y están estableciendo las bases de una nueva sociedad, en la cual la gente común adquiere poder real gracias a medios interactivos. Las miradas más optimistas verán las bondades del acceso a la información; pueblos que -Internet mediante- podrán levantar sus voces digitales para poner un límite a la corrupción y al poder; libertades que no pueden ser controladas por las fronteras del poder de turno y estructuras tradicionales que son reemplazadas por otras jerarquías, en donde la transparencia, la colaboración y la creatividad son moneda corriente.

Más allá de la diversidad de opiniones, el hecho es que la web ha multiplicado exponencialmente la idea de Jennifer, transformándose en un amplio espacio de autopublicación. Claramente, ha dejado de ser sólo una librería donde todo puede encontrarse para transformarse en un lugar en el que cualquiera puede tener su propia librería. Pero la web es también algo más: es una plataforma que puede ser utilizada en todas las áreas de actividad humana. En efecto, estamos actualmente tan enredados en la trama de la web que es posible que el árbol no nos deje ver el bosque. Surgen entonces, en mi opinión, algunas preguntas perturbadoras: ¿comprendemos los riesgos que corremos en este escenario? ¿Somos capaces de identificar límites, discernir alternativas, reconocer espacios y asumir responsabilidades?


El poder de los algoritmos

Krotoski hace una afirmación temeraria cuando sostiene que conocemos cómo funciona el poder en el mundo físico, pero que aún no tenemos un entendimiento cabal de cómo funciona el poder en el mundo digital. Sugiere, además, que para atender la cuestión buscamos importar nuestras instituciones físicas y así resolver los conflictos que se presentan a partir de los acontecimientos que tienen lugar en el mundo virtual.


Considera, entonces, que esta tendencia hará finalmente posible que en el futuro la tecnología se encuentre cada vez más al servicio de las necesidades humanas. Sin embargo, propone una mirada cautelosa cuando nos invita a no perder de vista que si bien la tecnología no es buena ni mala... tampoco es neutral.


Esta advertencia es importante porque permite discernir desde la delicada franja que separa al usuario crítico del temeroso de las conspiraciones, con frecuencia, más amparado en la irracionalidad y en el prejuicio que en las evidencias. Efectivamente, los diseños tecnológicos son configuraciones del poder y conocerlas es comprender la trama que se ha instalado en nuestras vidas pese a las fantasías que se tejen desde el desconocimiento y la ignorancia.

Así, Krotoski elije un ejemplo concreto y pone la mirada sobre Google, empresa emblemática del poder digital si las hay, cuya misión transparenta un ambicioso propósito: organizar la información del mundo y lograr que sea útil y accesible para todo el mundo. Lo interesante a observar aquí es que organizar la información requiere criterios de jerarquización cuya sistematización se materializa en un algoritmo que determina la relevancia de los contenidos publicados. Técnicamente, todos los contenidos de la web son reducidos al código binario que, escaneados por robots informáticos, son jerarquizados de acuerdo a un criterio de relevancia. Si bien -aunque Krotoski no lo haya puntualizado en la conferencia- la relevancia según Google toma como un elemento importante la opinión de los usuarios, resulta estremecedor pensar que la producción cultural de la humanidad está siendo reducida a una secuencia enorme de unos y ceros, y que la importancia de toda esta información depende de una fórmula matemática secreta, acordada por una pequeña élite al mando de una poderosa corporación.


Por otra parte, el conocido -y muchas veces cuestionado- lema informal de Google, “Don’t be evil” sugiere una nueva reflexión respecto al enorme poder de quienes controlan estas tecnologías. Desde los orígenes de la civilización, la posesión de la información y su administración ha sido la clave del poder y, en ese sentido, nada ha cambiado. Google basa su declaración de principios en la transparencia de las políticas de privacidad y en la posibilidad que le da al usuario de borrar del sistema su información personal. ¿Es esto suficiente? Es posible considerar que cuanta mayor transparencia respecto a la administración de la información, mayor seguridad tendremos. Sin duda habrá quienes piensen que ante lo inevitable siempre es preferible saber que no saber, lo que nos permitirá tomar mejores decisiones. Pero es probable que nada de esto resulte tan simple. El panorama es adicionalmente complejo porque aparecen en el paisaje nuevos actores y conflictos de intereses donde se desdibujan las jerarquías sociales y las fronteras del poder político y económico. En este sentido, como educadora, creo que no podemos perder de vista que surge un nuevo concepto a tener en cuenta y sobre el que poco se ha reflexionado hasta ahora: los derechos y las responsabilidades del ciudadano digital.

 

Finalmente, creo que la conclusión de Krotoski parece ser clara: la web es como es y no es probable que esto se detenga. Es más, incluso tampoco sería bueno esperarlo. Así pues, en este entorno enredado y complejo, en el que tantas cosas han cambiado, la conferencia de Aleks invita a pensar, una vez más, que es importante recordar que, si hay una revolución, estamos aún a tiempo de ser protagonistas. Pero para lograrlo, habrá que estar muy atento. Efectivamente, la ciudadanía digital es todavía una conquista en proceso.

Sobre Aleks Krotoski:

La disertante, Aleks Krotoski, es especialista en temas relacionados con la tecnología e interactividad. En el año 2010, presentó un documental producido por la BBC llamado Revolución Virtual, que recibió importantes premios. Actualmente es investigadora en el Instituto de Internet de Oxford y escribe para medios como The Guardian y The Observer. En los próximos meses saldrá a la venta su libro Untangling the Web (Desenredando la web), en el que desarrolla su línea de investigación.

 


#Krotoski en Twitter

Uno de los aspectos más interesantes de las conferencias, actualmente, es el diálogo sincrónico que se da entre los tuiteros que participan del evento, lo cual permite vivir, en tiempo real, esa galaxia interactiva en torno a un contenido lineal, que la misma Krotoski describe en su exposición.

A continuación, compartimos el stream del hashtag #Krotoski en donde podrán leer, entre otros, los tuits de la delegación del equipo del PENT que asistió al evento.

Las fotos en el artículo fueron tomadas por Graciela Caldeiro.

La foto de portada es Aleks Krotoski at IAB Engage 2010, con Licencia AtribuciónNo comercialSin obras derivadas Algunos derechos reservados por iabuk

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