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El traje del emperador.

Opinión 8 de Diciembre de 2010

Gran Gurú de la educación y las TIC va a ofrecer una videoconferencia desde Estados Unidos y estoy invitado al evento. Ansiedad y nervios. Esta vez no me toca preocuparme de los detalles técnicos, si las cosas van a funcionar o no. Simplemente, estoy listo para empaparme de las nuevas ideas, análisis o sistematizaciones que este gran y respetado gurú nos puede ofrecer.

Cuando llega la hora, Gran Gurú mira a la cámara, se hacen los saludos protocolares con los partenaires locales del evento... y entonces Gran Gurú empieza a dictar su conferencia. Y utilizo el verbo dictar en el sentido más literal y plano del mismo, porque Gran Gurú, muñido de un fajote de hojas, empieza a leer su conferencia. Gran Gurú lee de párrafo en párrafo, mientras a ritmo vertiginoso, la traductora, en un trabajo loable, hace la traducción simultánea.

Rápidamente, en mi cerebro se encienden varios núcleos de pensamiento diferentes... Por un lado, miro las hojas que tiene Gran Gurú en la mano, y trato de visualizar, por el grosor de la pila, si el discurso será largo o corto. A fuerza de los discursos que dieron las directoras, maestras y otras autoridades durante los actos escolares, aprendí que hay un momento clave en el que se giran o voltean las hojas en que se puede ponderar si falta mucho o poco, si quedan poquitas hojas... hasta llegar a ese feliz momento en que uno descubre que ya no habrá más hojas que voltear y que el discurso está a punto de acabar.

Otro núcleo de mi cerebro imagina convertirse en alguno de los personajes de la película de Woody Allen "La Rosa púrpura del Cairo", para poder meterme en la pantalla, sacarle el pilón de hojas a Gran Gurú, regresarme a este lado de la pantalla, hacer fotocopias e invitarlos a todos a que se fueran a leer el discurso a un café, con un lápiz para poder apuntar y subrayar las ideas importantes.

Otro sector de neuronas, más vinculado a la crítica, teoriza sobre lo absurdo de la situación. Gran Gurú, al que la mayoría (estimo) de los presentes en la videoconferencia apreciábamos, había producido un mensaje escrito, y considero que la forma de poder comprender un mensaje que fue escrito es leyéndolo (cada uno en un acto personal de apropiación de las ideas). La lectura en voz alta de este mensaje escrito no sirve... no funciona, no podemos reconstruir este mensaje escrito, si nos es leído. Y mucho menos, además, si el discurso es filtrado y tamizado por lo que la traductora puede enhebrar y estructurar en los milisegundos en los que tiene que elaborar su traducción.

Mi cerebro funciona diferente, si hablo, estructuro los mensajes de una manera. Si los escribo los estructura de otra, y cada forma de discurso tiene sus características. Nada más lindo que una buena lectura, y nada más lindo también que participar de una buena charla, con un buen expositor, que sepa cautivar al auditorio, explicar sus temas, y tener un efecto motivador (tal cual como me sucedió en la charla que Adrián Paenza había dado un día antes en el Hospital Italiano). Pero una charla es una charla, y un mensaje escrito es un mensaje escrito.

En cuanto al núcleo del cerebro creativo, elucubraba cuál sería la forma adecuada de proponer una videoconferencia. ¿Cómo sería una estrategia válida que permitiera aprovechar los recursos tecnológicos y humanos que disponemos para una conferencia con un Gran Gurú? Y me di cuenta de que las respuestas no son ni obvias, ni fáciles. Que se requiere de mucho trabajo, de pensar, de hacer ingeniería didáctica de la enseñanza en línea. Y eso es bueno para toda la comunidad del PENT... porque queda mucho trabajo por hacer, y la tarea de modelar los procesos de interacción en línea se hace cada vez más necesaria. Si esto sucede dentro del ámbito educativo, donde los temas de didáctica y diseño son moneda corriente… no quiero imaginarme en otras áreas donde estas preocupaciones didácticas son más esquivas.

Pero la experiencia también sirve para resaltar el valor que tiene, como docentes que somos y que formamos otros docentes, la capacidad y habilidad de poder organizar una buena charla, presentar nuestras ideas de manera clara, que le ayude a los que escuchan a estructurar sus ideas. Porque en la época de los entornos personales y virtuales de aprendizaje, no debemos desechar las virtudes y ventajas de una buena exposición. Se me ocurren, por ejemplo, muchas de las charlas que podemos encontrar en los eventos TED. (Vale la pena hacer una visita al sitio http://www.ted.com para descubrir cuánto y qué tan bien se pueden transmitir ideas en 12 ó 18 minutos)

¿Qué dijo Gran Gurú en la charla?.. .no sé, voy a buscar el paper en Internet... Pero bajo el brazo me llevé una gran decepción de alguien que habla de educación TIC y nuevas formas de aprendizaje, malgasté una oportunidad de enriquecimiento tan interesante como esta, al tiempo que salí con un desafío enorme para seguir pensando otras formas de plantear estas actividades.

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