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El paso en falso hacia el libro digital.

Opinión 24 de Febrero de 2011

Hace pocos días, se anunció con bombos y platillos que habíamos entrado en una nueva era de la humanidad. Habíamos llegado al punto en que Amazon había vendido más copias digitales de sus libros que libros en soporte impreso. Y esto se suma a la convocatoria de acreedores a la que había recurrido Borders, una de las cadenas de librerías más importantes de Estados Unidos.

En otro post ya había comentado la distancia que separa la lectura en pantalla que hacemos ahora de lo que debería y podría ser un verdadero libro digital. La idea de instaurar al libro digital como un elemento exitoso parece estar más relacionada a cuestiones de márketing, control y poder que a una verdadera manera de reconceptualizar la lectura a partir de las posibilidades de la tecnología digital. (Ver: En la pantalla no es lo mismo)

La fiebre del libro digital está asociada a la venta de los dispositivos que permiten leerlo, a las diferencias de formatos y la lucha entre empresas para definir como estándar su propio formato. Pero además, esta fiebre también está asociada a la posibilidad de restringir, limitar y controlar el uso que se le da al objeto que se adquiere.
El libro en su versión tradicional es un objeto mucho más libre, (que responde más a la cultura libre de Internet) que cualquiera de sus versiones en formato digital que nos quieren imponer como "el siguiente paso". Una vez que adquirí un libro, lo puedo leer y releer, marcar, llevar, usarlo en toda situación sin depender de baterías u otros dispositivos. Lo puedo prestar, lo puedo revender. Pocas cosas pueden "sacar de circulación” a un libro más que el fuego. Y como valor agregado, lo puedo usar para equilibrar una mesa con las patas desparejas.

Un archivo digital carece de todas estas características (no por una característica intrínseca de la tecnología, sino porque así le conviene a las empresas que lo promueven). Un archivo comprado de un libro ya no nos asegura la libertad de uso que el que viene en sustento material-papel.

Las empresas interesadas se encargan de poner restricciones y candados digitales que limitan la posibilidad de uso y de circulación y de distribución de las ideas. Un libro digital sólo puede ser utilizado en un dispositivo determinado (sólo en mi dispositivo que tiene un código, pero no en el de un amigo... o en el de mi esposa o mis hijos). Si quiero que un libro sea parte del patrimonio familiar, tendré que comprarlo con la licencia "familiar". Bueno, tal vez exagere con este ejemplo, pero no tanto si leemos las restricciones con las que los libros son vendidos. Les exhibo la lista de restricciones que se detallan al comprar un libro:
http://www.educant.org/recursos/ebook.jpg

Véanlo con sus propios ojos en:
http://www.infibeam.com/eBooks/future-minds-richard-watson-pdf-ebook-download/9781857884586-BEPDF.html

No se puede copiar.
No se puede imprimir.
No se puede prestar.
No se puede leer en voz alta!!!!!
Y como si esto fuera poco, el libro nunca expira (solamente falta
que el libro se autodestruye 5 segundo después de leído).

¿Qué puedo decir después de leer y releer esto?: saludo a las corporaciones, saludo su creatividad, saludo su falta de vergüenza (de concebir estas restricciones) y saludo a todos aquellos que a diferencia de estas empresas luchan por preservar la cultura libre que es uno de los pilares de Internet. Por favor, no nos vendan buzones... Vendan libros.

No falta mucho para que empiece la cruzada contra las bibliotecas como los palacios de la piratería, porque eso es lo que son: una orgía promiscua de ideas y de usuarios todos revueltos que comparten objetos sin haberlos comprado y sin tener que pagar cada vez que quieren usarlos.

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