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En la pantalla no es lo mismo

Opinión 28 de Junio de 2010

El tema me andaba rondando por la cabeza y nunca terminaba de entender por qué no me resulta cómodo leer desde la pantalla. Como muchos, imprimo textos importantes para poder leerlos y aprehenderlos. No se trata de una comodidad física. Realmente estoy muy cómodo leyendo frente a la pantalla de mi escritorio, o sentado en mi poltrona con la laptop. Pero seguro muchos de ustedes entienden cuando se expresa vagamente que leer en el papel no es lo mismo que en la pantalla.

Cuando pudimos empezar a marcar y anotar los pdf pensé que el problema se solucionaría. Pero no,  aunque puedo dejar mis rastros sobre el texto sigue habiendo demasiada distancia entre el texto, en la pantalla, y yo. Unos días atrás, de pronto, tuve un insight, que me iluminó al respecto (tal vez alguien ya lo haya dicho esto, pero como al fin y al cabo esto es un posteo y no un libro, puedo pecar de ignorancia). El problema es que no puedo apropiarme del texto, y cuando digo apropiarlo lo digo en el sentido más laxo y primitivo. Poseerlo, manipularlo, tenerlo, asirlo, marcarlo. Falta la conexión del texto con la mano, falta que mi mano y por ende mi cerebro pueda apropiarse del texto. Es como si la  etapa sensorio motriz permaneciera como una capa profunda que nos vincula con nuestra manera más primitiva de conocer y leer.

La ventaja del libro y de la hoja impresa es que podemos leer también, subrayar, marcar, garabetear con las manos. Estamos (re) incorporando a las manos a nuestro proceso de pensamiento, y espero que vengan los neuropsicobiólogos a explicarnos el estado del arte de la investigación en estos temas. Al fin y al cabo la prensión del pulgar tiene mucho que ver con nuestra humanidad.

Con esto en mente empiezo a fantasear cómo debería ser el lector o pantalla digital que me permitiera incorporar las manos a mi proceso de lectura. Podrán argumentar que, hoy por hoy, esto ya es posible anotando los pdf. Sin embargo me parece que aun esta manipulación es demasiado mediada, el mouse no hace todo lo que nos gustaría y sigo anotando la pantalla y no el texto. Existe una distancia entre lo que sucede en la pantalla y lo que queremos hacer. 

Entonces, mi futuro lector digital (que de seguro no será un ipad) debería permitir escribir a mano libre sobre la pantalla, como si estuviera agregando anotaciones en el papel. No sé si los modelos actuales en venta tienen esta función. También parecería que me estoy encaprichando en desarrollar objetos digitales que reproduzcan las formas de hacer manuales. ¿Es válida, necesaria y cierta esta  analogía en este caso?

Creo,  de todas formas, que aun la idea del libro electrónico está lejos de poder concretarse (como ya lo dije en otra columna, llamar libro electrónico a un archivo pdf es lo mismo que pintar el tubo del televisor blanco y negro y decir que tenemos tv en color). Un libro electrónico debería permitirme operar y manipular las ideas. Arrastrarlas, vincularlas, relacionarlas, agregar y quitar. (Algo que va mucho más allá del cortar y pegar). Un libro electrónico tendría que permitirnos establecer este contacto  vivencial, corporal y físico que mantenemos ahora con los libros objetos.

Entonces siguiendo en esta línea de reflexión sobre la corporeidad, en estos tiempos de masividad informacional, me pregunto qué nos sucede y  cómo manejamos todo la información que vamos juntando referente a algún tema. Hasta hace poco, frente a cualquier trabajo, la cantidad de material que utilizábamos era una cantidad discreta y finita. La poníamos sobre nuestro escritorio y con todo ese universo reconocido podíamos escribir nuestras ideas. Hoy, lo más difícil al escribir un trabajo es poder ponerse un límite al material que une recoge de Internet. Pero, suponiendo que no somos insaciables ni ansiosos y podemos conformarnos con unos pocos clicks, todo aquello que recolectamos no se nos presenta fácilmente visualizable.

Tenemos software para catalogar, para taguear, para hacer bookmarks… Pero, sin embargo, sigo sintiendo que hay cosas que a mí se me escapan. Me falta la visión global, aquella que podía tener sobre mi biblioteca y entender de un vistazo la totalidad del universo a abordar. ¿Será esto resabio de mi naturalidad analógica? ¿Será que aun nadie (al menos quienes diseñan software) pensó  en la influencia de esta capa latente del periodo sensoriomotriz que nos queda a los adultos? ¿Será que estoy dando el viejazo? ¿Será que tenemos que conocer mucho más de cómo aprendemos antes de vanagloriarnos de las potencialidades de las TIC?

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