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Estados Unidos pierde la guerra por culpa del PowerPoint

Opinión 14 de Junio de 2010

Antes que nada, los Estados Unidos no pierde la guerra por culpa del PowerPoint, ni de cualquier otro software o hardware, sino porque es una guerra que no debería estar librando, una guerra imperialista en busca de dominar el petróleo y esto, como el análisis más superficial.Pero lo que sí resulta interesante son las elocuentes declaraciones de un general de las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán, publicadas en un artículo del New York Times: http://www.nytimes.com/2010/04/27/world/27powerpoint.html, cuyo título “Hemos dado con el enemigo y se llama PowerPoint” (que retomo a partir de la publicación de Pisani en Le Monde http://pisani.blog.lemonde.fr/2010/05/06/du-danger-des-presentations-power-point/). En el artículo, este general menciona que considera de manera muy negativa la generalización del uso de presentaciones power point en situaciones de análisis táctico, ya que crean una falsa ilusión de simplicidad, en tanto que la seguidilla lineal de las pantallas no favorece ni la discusión ni la reflexión crítica.

Criticar al PowerPoint resulta casi un lugar común. Todos hemos experimentado abominables presentaciones en congresos donde el expositor no hace más que leer kilométricas diapositivas "puro texto", todas con times new roman (porque ni siquiera se toman el trabajo de pensar plantillas alternativas o, en el peor de los casos, un popurrí de tipografías en cada pantalla que delata el copiado y pegado de los textos que provienen de diferentes fuentes. Por supuesto que los detalles estéticos son menos preocupantes cuando todo el trabajo de investigación es presentado como un resumen ligero y obvio, o que complejas argumentaciones y relaciones de temas complicados quedan reducidas ahora a la estructura de bullets del PowerPoint. Si abriéramos un grupo de "odiamos al PowerPoint" en Facebook creo que sumaríamos adeptos rápidamente.

Pero el caso del Power es más complejo de lo que parece a simple vista. No se trata de usar al software como chivo expiatorio de otros complejos y enredados problemas. Lo que en un principio parecía una interesante herramienta que nos permitía producir (filminas, pantallas, diapositivas) representó un salto exponencial respecto a la forma en que se preparaba este material en la era prepower. Pero lo que fuimos tejiendo a partir de su aparición es la manera en lo que lo usamos, para qué lo usamos y los aspectos que resaltamos de cada presentación. No son pocas las veces en que a lo largo del posgrado abordamos el tema del PowerPoint y expresamos estas dudas, respecto del modo de integración que ha tenido en diversos sectores. Edward Tufte escribió que PowerPoint es el diablo (http://www.wired.com/wired/archive/11.09/ppt2.html), ya que para él la simplificación del pensamiento a la estructura de la lista con viñetas es una banalización de las posibilidades comunicativas.

Pensemos que en tanto las enumeraciones con listas de viñetas permanecen como elementos centrales de la estructura del programa, no es hasta versiones muy tardías que aparecen otras formas de presentar los pensamientos. Lo que se destaca de una versión a otra son nuevos efectos, transiciones y otros detalles estéticos. Es entonces que entendemos cabalmente el artículo de John Lehman que utiliza un power point para ejemplificar cómo el sentido de las tecnologías es socialmente construido y, en el caso del Power, cómo el diseño entorpece cambios significativos al pensar en las formas de enseñar (http://www.faculty.uaf.edu/ffjal/papers/SCOT%20e-learning.pdf).

Estas fueron las causas (entre otras) por las que desafiamos a los alumnos de la sexta cohorte del Diploma Superior a presentar sus trabajos finales sin hacer uso del PowerPoint, ni de herramientas similares. El ejercicio resultó controversial para algunos y desafiante para otros. Nótese que en este caso estas mismas críticas y pecados que se le achacan al Power, se le aplican al Presentation, el equivalente en versión de open office, y al que utilizan los del sistema operativo Mac. Pero, redundando, el problema no es el software. Podemos utilizar otras herramientas, videos y dejarnos arrastrar en los mismos pecados. Estos días, parece que el Prezi empieza a ser más popular dentro del área educativa. Pero los peligros son los mismos y ahora correremos el riesgo de empezar a aburrirnos a partir de presentaciones (con o sin viñetas) que entran y salen y se dan vuelta de manera efectista y graciosa. Y la solución no será agregarle nuevos efectitos. Entonces, las preguntas para considerar el uso de estos programas siguen siendo las mismas: cuál es el sentido; cuáles son los objetivos esperados de quienes los hacen o presencian; cuáles son los diferentes medios utilizados para comunicar; cómo se convierten en herramientas de construcción de conocimiento y no en estrepitosas e inútiles sucesiones de pantallas.Esperemos que en poquitos años no tengamos que escribir un post parecido a este que se titule: “Prezi, el enemigo a vencer”.

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